sábado, 16 de agosto de 2008

¿Cuál es la voluntad de mejorar la gestión?

Los anfitriones del rodaje de Quantum of Solace, Bud Theisen de Stillking Films y Patricio Parraguez de Prochile en Cobija, junto a Marc Forster, el director.

En el medio audiovisual la empresa de Los Morris es conocida, y con naturalidad se habla de ella, sin embargo, lo inquietante es que en Prochile nadie sepa de esta familia y su legado, partiendo por Parraguez que confirma que las productoras nacionales se ocupan del trámite con extranjería, incluyéndolo en sus servicios, pero dice no estar al tanto de que hay personas que cobran por obtener los permisos laborales.
Lagunas comunicacionales como éstas son las que dan espacio a escenarios que perjudican un rodaje de grandes dimensiones, como fue el de James Bond. El alcalde despistado y los grupos patrióticos acapararon los flashes de los medios, pero el trabajo de Morris se mantiene intacto en las sombras.
Si bien en Prochile se toman las medidas para contactarse con las instituciones que tienen poder para intervenir a favor de la producción, es necesario también incluir a las autoridades del medio, como las municipalidades, que son las que mantienen contacto más directo con la comunidad local.

En el caso hipotético que una gran productora quiera filmar en Valdivia, que por lo visto tiene una plataforma audiovisual firme y bien fusionada con los ciudadanos, lo que haría Prochile para organizar este evento sería muy parecido a lo que ya hizo en Antofagasta. Parraguez responde: “contactaríamos a nuestra oficina regional, quien junto a nosotros se encargaría de ver qué facilidades y permisos se requieren, contactando a las autoridades y/o servicios públicos. Asimismo, se contactaría a las empresas privadas según la petición: transporte, catering, hotel, servicios audiovisuales.”
Esto deja espacio para pensar que la eficiencia en la organización de una producción internacional en Chile, dependerá de la relación que tengan las autoridades de la locación, la que puede cambiar cada cuatro años con las elecciones municipales y de gobernación. Esto significa también que, mientras mejor sea la voluntad de los gobernantes de una locación para recibir a una gran producción audiovisual, menos vergüenzas pasarán frente a las cámaras de los medios de comunicación. Y si todo sigue igual, el camino que seguirá la gestión de producciones audiovisuales internacionales en Chile se pavimentaría de este modo: con la inseguridad de que más funcionarios estatales terminen detenidos, los que luego dan explicaciones en la prensa por la actuación poco digna.
Ante esto, corresponde preguntarse qué pasaría si la Prochile Film Commission dejara que cada locación, con sus autoridades y productores de servicios, consiguiera los requerimientos de la productora extranjera, ya que no habrán personas más incentivadas que los audiovisuales o encargados del turismo local, en desarrollar un proyecto beneficioso para su zona. Así la gestión de Prochile se dedicaría sólo a la promoción del país en el extranjero ya facilitar la información sobre las locaciones. Esto permitiría la existencia de una comisión regional más independiente que funcionaría como administradora de la producción de servicios.


Es una opción menos sofocante para la sociedad local, que podría sentirse ajena e invadida ante la llegada de un equipo de cineastas extranjeros resguardados por Carabineros. Sin embargo, no todas las regiones tienen personas interesadas en abrir una oficina de Film Commission, pero habrá que ver qué resulta luego de los seminarios que Prochile y CORFO harán en provincias; la información y el entendimiento podrían tentar a los emprendedores a embarcase en una plataforma de negocios audiovisuales, como sucedió en Valdivia, y como lo están intentado en Valparaíso y Antofagasta.




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