martes, 22 de julio de 2008

Valparaíso, el polo del medio

No conseguí fotos de Samuel León, pero el joven del centro se parece a él, ¿ no?
(Prisoners at Buchenwald, de Margaret Bourke White)

En la región de Valparaíso tampoco ha sido posible levantar una plataforma de negocios audiovisuales. El proyecto que se presentó a CORFO en el mismo año que las otras dos regiones, no funcionó porque no se hicieron los análisis específicos para la operación en la zona. Según el cineasta Samuel León, y gerente del Profo, es una región compleja audiovisualmente, por el atraso productivo que sufre desde hace mucho tiempo y que incide en el comportamiento y percepción de las personas que viven ahí. “La gente no se tiene confianza”, afirma.
Los audiovisuales viñamarinos cargan su retraso a la cercanía geográfica con los santiaguinos, creen que su región es usada como “quinta de recreo” y eso crea una desconfianza generalizada. “Cuando se habla de los nuevos proyectos culturales de la zona, tú notas que están en manos de personas de la capital”, explica Samuel con un cigarro en la mano y continúa el relato con la mirada fija en el cerro que se ve desde su ventana, “hay muchos audiovisuales que se quedaron a vivir aquí e implementaron métodos poco éticos en el oficio, y entonces, terminó todo el mundo peleado y acusándose de canalladas, que en la mayoría de los casos ocurrieron.”
Este año la región de Valparaíso presenta otro Profo para el desarrollo de una plataforma audiovisual, con Samuel León también a la cabeza. El proyecto ya fue aceptado por CORFO, luego de una reflexión más profunda en la elaboración de objetivos, y del compromiso para intentar una pre-industrialización audiovisual.
Tanto León como Ordóñez son cuidadosos al hablar sobre el proyecto que está iniciándose. El primero cuenta que para esta vuelta decidieron buscar personas que “no estuviesen contaminadas por su pasado y que fueran a fin con un proyecto de mediano y largo alcance”. Y el representante de CORFO sólo afirma que ya está el núcleo empresarial interesado en levantar el plan y que “como en todo emprendimiento, hay exceso de entusiasmo, el cual es muy agradable para poder trabajar.”
El cineasta viñamarino tiene claras sus aptitudes e intenciones, y por eso, no le gusta el trato que las productoras santiaguinas tienen cuando llegan a trabajar en regiones. Esta antipatía le llegó principalmente con la experiencia de la película “Diarios de Motocicleta”, del director brasileño Walter Salles, quien pidió que contrataran a Samuel León como director asistente para que lo ayudara en el rodaje-caravana que se hizo por Argentina, Chile y Perú. Por varias circunstancias que ahí sucedieron, Samuel es crítico sobre cómo funcionan las productoras santiaguinas cuando están de visita.
El rodaje de la historia del Che Guevara no fue fácil; había productores argentinos, brasileños y chilenos involucrados, y pocos eran peruanos, lo que hizo más difícil la convivencia y logística del rodaje. Según Samuel, con los argentinos ya era difícil formar un equipo de trabajo, pero desaprueba más a la productora chilena, Sahara Films, porque “no les importaba la película, les importaba el negocio, no les interesaba el fondo de la historia.”
Lo más lamentable para León se dio con los actores nacionales que salían en la cinta, “eran 20 personajes que debían ser representados por profesionales chilenos, no extras, y de esos se necesitaban tres mapuches, a los que la productora Sahara les ofreció sueldos de extras, sólo a esos tres actores”, el dueño de la productora porteña Cornucopia es tajante en esto, “asuntos así nosotros no los permitimos, porque el espíritu de la película no podía ser traicionado con cosas de ese tipo. Por lo tanto, tuve que intervenir y fui apoyado por Walter Salles.”


Burocracia en cortina de humo

Otro aspecto del rodaje digno de ser expuesto, pero que deja de ser triste, sino más bien un botón de la Film Commission “de hecho” que opera en el país, es que Samuel trabajó en Argentina y Perú sin permiso laboral, “se hizo todo a lo turista” dice con fresca desfachatez. En los primeros viajes a Argentina no lo obtuvo porque fueron imprevistos, cruzaba la cordillera para pedir coordenadas a los productores de Robert Redford cuando le salían problemas en Chile. Pero luego del rodaje en territorio chileno, viajó nuevamente a Argentina por tomas que habían faltado y ahí sí debió conseguir las visas laborales, al igual que en Perú, pero Sahara Films no se ocupó de obtener esos papeles.
Como se ha planteado, la falta de normativa en la producción audiovisual en todas sus etapas, facilita que ocurran situaciones contradictorias y bizarras, algunas tan sutiles que son desconocidas, como lo es el pago por la obtención de permisos laborales para foráneos, trámite que se hace en el departamento de Extranjería del Ministerio del Interior.
Al momento en que llega un artista, actor o persona con intereses comerciales al país, debe sacar un permiso que otorga el gobierno de Chile que lo autorice a trabajar, presentándose con sus papeles al día, con la tarjeta de entrada que da la oficina de inmigración y con el contrato de trabajo o de prestación de servicios que lo trae al país.
Sin duda, un trámite engorroso para una productora cinematográfica que viene de fuera con los días contados para efectuar un rodaje e irse en el mínimo tiempo posible. Entonces, lo que hace la productora nacional contratada para dar los servicios, es encargar el trámite a un tercero, y lo cobra camufladamente dentro de la asistencia de producción.
Aquí entra en acción Rafael Morris, sonidista, productor de eventos y además, consigue en pocos días y a un precio que varía según la procedencia, permisos laborales a empresas de varios sectores. Un personaje que figura en las nóminas de subcontrataciones del 85% de las productoras audiovisuales, las que requieren de sus servicios cada vez que arriban a Chile personas extranjeras a trabajar en una filmación cinematográfica o publicitaria.
Samuel León llama con llaneza a este servicio “corruptela”, y puede que tenga razón, pero no es un delito tipificado en ningún código de derecho penal, ni tampoco es corrupción estructural del Ministerio del Interior, sino una cortina de humo de baja toxicidad para los empleados de extranjería y para el medio audiovisual.

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