El título es grandilocuente para el debut de un cineasta, incluso para un documental que muestra el proceso desde que el Transantiago es un proyecto promulgado en el Congreso, hasta que es un sistema de transporte público en marcha. La primera rareza de este documental es entre su título y el background mediático del Transantiago al que nos acostumbramos luego de ver en televisión colas, quejas y el descontento masivo. “El poder de la palabra” trenza esa realidad con la de los vendedores ambulantes, los clientes marginados del nuevo sistema de transporte, que cansados de sentirse como los mendigos de las micros, deciden aunarse y sindicalizarse.
En este imperdible documental- reality, los protagonistas se exponen casi como si la cámara no existiera, es decir, no se inhiben ni sobreactúan, parecen humanos espontáneos ante la cámara. De este modo, la urgencia de todo lo que sucede en la pantalla se huele y se siente. Los más pequeños en la cadena de trabajadores del sistema quieren protegerse, modernizarse y limpiar su imagen, y para eso deben hacerse escuchar ante los poderes fácticos, sin permitirse flaquezas, pero ¿cómo? Aprendiendo a expresarse y a relacionarse.
Este documental tiene varios aciertos humorísticos de distintos tipos, por ejemplo, risas generales hubo en la Cineteca Nacional cuando se mostraba al ex presidente Lagos presentando su proyecto estrella y, en el primer plano, vemos cómo un guardia pone caras de que algo huele mal en la sala, (tampoco no hay que dejar de mencionar los chistes en los carteles gráficos entre cada escena.)
También hubo carcajadas en la sala provocadas por las clases de expresión corporal y oral que tenían los trabajadores del transporte público. No sé si habré perdido el sentido de humor en ese instante, pero cuando veía que el propósito colectivo se realizaba, me fue imposible reír, me lo tomé en serio, y es serio, aunque parezca ridículo e hilarante ver a hileras de adultos uniformados jugando a la gallinita ciega. Esto no me deja más que apreciar los distintos niveles de comicidad con que fue aceptado el documental.
También hay conmovedores roces a las emociones de los personajes seguidos, sobre todo a los de la mujer de Hardy, el protagonista. Ella al comienzo es activa en las manifestaciones en contra de la promulgación del Transantiago, y a medida que la historia toma su giro, ella se ve más aislada en el argumento, sofocada por la recesión económica de su hogar, por estar peor que antes cuando existían las micros amarillas y el caos laboral, sin embargo, su marido le recuerda la clara premisa del nuevo sindicato al que pertenecen: la organización mejora las condiciones laborales enormemente, “ahora somos todos amigos” decía el chofer El Bucanero, pero en términos monetarios las cosas no mejoran inmediatamente.
Desde un principio, la presentación del director Francisco Hervé y los protagonistas arriba del escenario, fue conmovedora. Un gran gusto me di al ver el documental, además, la música es de Fernando Milagros, otro talento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario